Los italianos piensan que los españoles son tan crédulos que darán por veraz la operación de limpieza de Telecinco y su tránsito a un modelo familiar y entretenimiento, iniciado con la liquidación de Sálvame, icono de la telebasura.

No esperen que expresen arrepentimiento por los daños causados, irreparables en varias generaciones. Mediaset, a imitación de la España posfranquista, ha comenzado una transición –ejemplar, por supuesto– “porque tenemos el deber de empezar a cambiar”, según su CEO, Alessandro Salem. Y si aquella maniobra política fue un fraude (cuya consecuencia más brutal es el inviolable y corrupto Juan Carlos I), la transición de Telecinco no va a ser menos. Al fin y al cabo, el actual presidente de Mediaset es hijo de uno de los testaferros del emérito, Prado Colón de Carvajal, condenado y convicto por delitos económicos.

Para las labores de limpieza han elegido a Ana Rosa Quintana, quien publicó en 2000 una novela con fragmentos tomados de relatos de Danielle Steel y Ángeles Mastretta. El monumental plagio lo resolvió Planeta a golpe de talón tras vender más de cien mil ejemplares de un producto falso. En cualquier país serio una tramposa semejante hubiera caducado en las pantallas para siempre, pero España disculpa dictaduras y pillajes.

¿Es que sus nuevos jefes no conocen esta historia? ¿Y sus manejos con el delincuente Villarejo? Sabemos que Quintana, ideología ultra aparte, es una ferviente anticatalana y antivasca, por lo que no ha de extrañar su reciente chinofobia. Tras el verano la señora pretende armarse de lejía para desinfectar las tardes “en las que no habrá política”, dice Salem.

Sálvame es bazofia con su tropa de lenguaraces y su estilo de malvado cotilleo; pero es imposible que una plagiaria, con su cochino engaño, pueda limpiar algo.