Hay ocasiones –escribió Simone Weil, filósofa que perteneció a la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial– en las que una fuerza casi infinitesimal es decisiva. “El suplente en el fútbol es, también a veces, una fuerza casi infinitesimal. Aguarda su oportunidad, sabe que no es el elegido y aún así aguarda su ocasión: bien para dar el último servicio o bien para ganarse un puesto.

Ahora que Valverde estudia quién saldrá en nombre de las cuatro posibles bajas en Getafe –Ruiz de Galarreta, Yuri, Sancet y Vivian– recordé un párrafo que leí en un viejo libro argentino de fútbol. Un titular habitual decía algo así. “Jamás imaginé qué sentía un suplente y ni siquiera me lo preguntaba. Porque cuando jugaba de titular nunca me acerqué a un suplente a preguntarle cómo estaba, qué sentía o cómo disfrutaba los éxitos. Porque aunque seas el mejor suplente del mundo en algún momento te vas a preguntar para qué tanto esfuerzo y sacrificio si vas a ser ignorado en los triunfos y manipulado en las derrotas”. Daba qué pensar.

Hoy los suplentes no viven tan arrinconados en la sombra. Sienten que con los cinco cambios y las necesidades de refresco tienen su momento de gloria a la vuelta de la esquina. Es más, ya los disfrutaron en alguna ocasión. Hoy son profesionales que están preparados como el titular más aferrado al puesto. Incluso los segundos porteros, eternos suplentes, saben que hay una noche reservada para ellos. Pregúntenle a Julen Agirrezabala, por ejemplo. No se sabe si mañana jugarán alguno de los cuatro heridos pero sí se siente que quienes aguardan la ocasión están preparados. No son un don Nadie.