NO sé si a usted le pasa lo mismo, pero al vivir en este país tranquilo, donde ya incluso vemos navegar gabarras por la ría, uno tiene la sensación de que fuera todo va a peor cada día. Parece un viaje sin freno hacia el desastre y el uso del gerundio del verbo ir en el título de esta mesa de redacción intenta reflejar precisamente ese movimiento imparable hacia la oscuridad. ¿Percibe pesimismo en el mensaje? Es posible, pero basta con leer los titulares del periódico un día cualquiera de la semana pasada para intuir el futuro con excepticismo. El desfile judicial por las investigaciones a familiares de políticos en los madriles es reflejo del choque frontal entre socialistas y populares, pero también de la debilidad de ambos partidos, del complejo equilibrio en la gobernabilidad del Estado y de lo cómodos que se sienten sus dirigentes en la estrategia del ruido, que tiene su máxima expresión en la resurrección del inefable Miguel Ángel Rodríguez. Mientras, calentamos para lo que se nos viene encima los próximos cuatro años con la mamarrachada diaria de Donald Trump. El presidente de Cánada dimite y renuncia a ser el contrapeso continental del magnate. Nicolás Maduro se autoproclama. La ultraderecha avanza en Austria y por tanto en Europa. Musk rompe las normas elementales de la democracia y ataca a los gobiernos de la UE. Corea del Sur, la buena, se instala en el caos. Y de repente las guerras de Ucrania y Gaza saltan a la columna de breves. Lo que se dice ir a peor.