Estarán conmigo en que no deja de tener su guasa que el presidente valenciano, Carlos Mazón, haya decidido, tres semanas después, cesar a las dos consejeras de su gobierno que gestionaron la crisis de la dana ese trágico 29 de octubre mientras el jefe se encontraba de comilona con una periodista para convencerla de que se hiciera cargo de la Televisión pública valenciana. Y conste que las dos señoras en cuestión se han ganado el cese a pulso. La primera, Salomé Pradas, responsable de Interior, fue aquella que, después de más de un año en el cargo, desconocía que se podían enviar alertas a los móviles de los ciudadanos para avisar de una emergencia como la que ocurrió esa jornada. La segunda, Nuria Montes, consellera de Industria y Turismo, demostró que la empatía no es precisamente lo suyo. Mandó a casa a los familiares que se acercaban a la Fira de Valencia, donde eran trasladados los cadáveres de sus seres queridos. Luego, la consellera tardó una semana en llamar y dar el pésame a una funcionaria de su departamento que perdió a su marido e hija en las inundaciones. Desde luego que las dos se han ganado el cese a pulso, pero que Carlos Mazón, ese que ni cogió ni miró el teléfono hasta bien entrada la tarde mientras que 221 personas perdían la vida, quiera seguir en el cargo, es disparate en mayúsculas. Y, para compensarlo, coloca de vicepresidente a un teniente general para que dirige la reconstrucción. ¡Qué razón tenía aquel que dijo que Spain is different!
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