Destrás de cada medida que se adopta es recomendable leer la letra pequeña, sobre todo, antes de celebrar los beneficios. Es el caso del bono de alquiler que anunció la semana pasada el Gobierno del Estado. Seguramente muchos padres se felicitaron al pensar que la ayuda aliviaría a sus los hijos e hijas que residen fuera del País Vasco y se enfrentan a precios de alquileres astronómicos. Pero los jóvenes son jóvenes pero no tontos y se creen la mitad de la mitad. Algunos ya lo comentaban la semana pasada: “No conocemos a nadie que se beneficie del bono”. Ayer el portal inmobiliario Fotocasa vino a corroborar lo que ellos y ellas han criticado en diferentes foros. El precio máximo de las viviendas para recibir el bono del alquiler es de 600 euros, ampliable hasta los 900. Sin embargo, solo un 6% de los pisos en alquiler tienen una renta por debajo de 600 euros y un 31%, menos de 900 euros, horquillas entre las que se encuentran los requisitos de precio máximo para que los jóvenes puedan percibir la ayuda del Bono Alquiler Joven. Eso, sin entrar a valorar cómo son esos pisos de 600 euros, dónde están y en qué condiciones. El otro día un amigo me decía que finalmente había optado por volver a compartir piso después de vivir la experiencia de tener un miniapartamento para él. 20 metros cuadrados, vistas a un patio, sin ascensor y en un quinto. Lo mejor era el precio me dijo, 850 euros. Independizarse es ya un sueño.