Es comprensible el alborozo que ha generado la noticia (¿del año, de la década…?): una conexión aérea un vuelo que por fin unirá Nueva York con Bilbao. La denominada capital del mundo y la auténtica capital del mundo se mirarán cara a cara. La novela de Kirmen Uribe sube al olimpo del vaticinio. No se descarta que apadrine el primer viaje. En el minuto uno de la nueva era, ya empezaron a moverse los engranajes de los nómadas turísticos. El objetivo es estar en ese primer avión UA633 -el código más resplandeciente de las pantallas de Loiu- y pasar a la historia, que a partir de ahora tendrá una nueva frontera temporal: antes o después del vuelo directo a Nueva York. Se sabe que los yanquies vendrán a Bilbao por los pintxos, el Guggenheim, la brillante regeneración de la ciudad y todo eso. Es más difícil saber qué buscarán los bilbainos y los vascos en general en la gran manzana. Quizás comprobar la altura de su skyline y reconocer escenarios de películas. O pasearse por el parque que ocupa hoy el espacio de las torres gemelas. O lo del perrito caliente. O comprobar eso de que es la ciudad que nunca duerme. Cada uno tendrá sus motivos, pero en el fondo todos sabemos que el planeta tiene destinos de mayor interés, desde el punto de vista arquitectónico, paisajístico e incluso social. Lo importante es que en esta época de democratización de los viajes Bilbao rompe otra frontera. A ver hasta dónde llegamos.
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