CUANDO todavía tenemos en nuestras retinas las imágenes de miles de mujeres gritando basta ya de violencia machista, hemos vuelto a conocer estos días el asesinato, al menos, de tres mujeres por violencia de género. Entre ellos, el apuñalamiento por parte de un hombre de 26 años a una niña de 5 años y a su madre, de 25 años, en el barrio madrileño de Carabanchel. El presunto agresor vivía con la víctima y su hija a pesar de contar con una denuncia previa por malos tratos y medidas de protección para la mujer, de las que fue absuelto hace dos meses. Después de asesinarlas, ingresaba en el hospital por haberse intentado suicidar cortándose el cuello. Siempre me he preguntado cómo los agresores son tan torpes a la hora de quitarse la vida y, en cambio, tan hábiles acabando con la de sus parejas, e incluso con las de sus hijos. ¡Qué importante resulta el orden en estos casos! ¿Cuántos 25 de noviembre nos quedan todavía para recordar que la agresión contra las mujeres no retrocede? Hablar de violencia de género en la actualidad debería provocarnos, cuanto menos, repugnancia puesto que es un tema que deberíamos de haber erradicado hace años. Solo se logrará cuando las mujeres, es decir, la mitad de la humanidad, tengamos exactamente los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Ojalá llegue pronto el día en el que no tengamos que escribir de feminicidios.

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