Estoy reflexionando y reflexionando (hoy es lo que toca) y ya he tomado una decisión en firme. Abandono definitivamente la operación bikini. Todo empezó el 29-M, cuando Pedro Sánchez anunció, por sorpresa, la nueva convocatoria electoral. Aquel día, también contra todo pronóstico, me probé la ropa y los accesorios del verano pasado, y descubrí que solo me valían las chancletas. Pues bien, tiro la toalla (esa también me valía) porque he ido a la playa y he comprobado que ya nadie mira a nadie. Solo se mira el teléfono móvil. He encontrado, además, otra buena razón. De nada sirve que tu bañador ponga Victoria’s Secret o Calvin Klein si tu cuerpo va gritando Burger King. Así que, pase lo que pase mañana, me he propuesto mantener la operación flotador. Me da igual que ganen las fuerzas progresistas o las de derechas porque a mí lo que me falla es la fuerza de voluntad. Y es que en estas fechas en las que algunos se abren a nuevos horizontes, yo soy más de abrir la nevera. Y cada vez que pierdo peso, tengo la absurda tendencia a encontrarlo rápidamente de nuevo. Pero ¡ojo! informo que también hay vida después de la dieta. Lo llaman efecto rebote. Es ese donde los lípidos te echan de menos y vuelven en masa, pero esta vez con refuerzos. Con el plan bikini cancelado, paso al operativo otoño. A ver si, para entonces, no estamos del nuevo gobierno hasta el moño.

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