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Mesa de Redacción

Maite Redondo

Un mundo más cuerdo

TENGO que reconocer que me ha impresionado mucho la vida de la artista japonesa Yayoi Kusama cuya obra se expondrá a partir del 27 de junio en el Guggenheim Bilbao. Los grandes museos de arte contemporáneo del mundo se rinden a esta artista inclasificable, inconformista, excéntrica, experimental, sorprendente, original, singular e inimitable. Pero, además, impresiona el coraje y la sinceridad con la que ella misma confiesa abiertamente que decidió ingresar en un psiquiátrico en 1977 en Japón, a su vuelta de Nueva York, y ahí sigue viviendo a sus 94 años. Y trabajando, porque todos los día sale de él para acudir a un taller cercano donde sigue enriqueciendo su singular universo artístico, por el que la reclaman hasta los gurús de la moda, como Louis Vuitton. Hay lugares a los que no se puede acceder con las palabras y ella lo ha conseguido a través del arte. No es la única artista que canaliza sus demonios –en su caso, lunares y puntos infinitos que la acompañan desde niña– a través de la creación. La ansiedad le llevó a Edvard Munch a pintar El grito. Los expertos coinciden en que crear arte, en cualquiera de sus manifestaciones, contribuye significativamente al bienestar psicológico y puede suponer una vía terapéutica para personas con ansiedad y trastornos mentales. Si todos diéramos rienda suelta a nuestra creatividad, quizás el mundo estaría menos desquiciado.

mredondo@deia.eus