NI asturiana ni vasca. La central lechera, dicha así, como si se tratara de una organización –que a la postre actúa como tal–, responde al sobrenombre que acoge a todos los medios y pseudoperiodistas que bailan el agua a Florentino Pérez, dando pávulo a sus intoxicaciones. El término lo puso en órbita pública, hace doce años y en una comparecencia histórica, Pep Guardiola, que si hoy siguiera sentado en aquel mismo banquillo habría despachado el affaire Negreira entre la socarronería y el golpe encima de la mesa, hasta en la de su presidente si apreciara que no ejerce de tal, como es el caso. No es cuestión baladí y dejan entrever un hedor cuasi insoportable esos informes arbitrales por los que el Barça se desprendía, de motu proprio o bajo chantaje, de un dinero del que, para colmo, carecía. No solo por lo que representa sino porque, vista la hemeroteca, si lo que pretendió fue gozar de favores, parecería víctima del timo de la estampita. Pero que el escándalo acontezca ahora, cuando el club otea la escapada a su agonía futbolística, armado para intentar marcar una nueva era, tampoco es casualidad. Basta ojear la avalancha de exclusivas del diario que propulsó aquel ataque de las cloacas del Estado al regidor y hoy alcaldable Trias; o el empeño en la actual refriega de quien ejerció como dircom madridista y el fervor de quien montó con el respaldo del citado presidente su primer chiringuito de medianoche. Todos mugiendo al son del mismo.

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