FUE autoobsequiarme por el cumple unas botas de altos vuelos que desafiaran al frío, el diluvio y toda clase de inclemencia meteorológica y tener que rescatar casi las chanclas para tostar los pinreles al sol entre pote y pote navideño. Avisados están pues los erreges para que vayan envolviendo un short bien ceñidito al muslo y una camiseta fashion de las que se lucen en primera línea de playa, en lugar del gorrito con borla y el braga cuello que uno se teme estén ya en camino y seguramente acaben subastados en eBay. Mientras, como si nada pasara, proseguimos alimentando a una sociedad de consumo que agota materias primas no renovables y destruye los ecosistemas y el calentamiento global que nos achicharró en el estío nos derrite el polvorón dándonos otra advertencia con temperaturas propias de Isla de Lobos en pleno Bakio. Raro es que no haya salido aún Ayuso para echarle la culpa al comunismo o a considerar el ecologismo una ideología totalitaria, pero lo cierto es que la comunidad científica está un tris de alertar que la próxima generación se comerá las uvas bajo una sombrilla escuchando el rumor de las olas, si antes no se la lleva un tsunami. Escuela de calor, que cantaba Radio Futura. Y mientras arde la calle al sol de poniente, la crisis climática, bandera de Moncloa, se le traspapeló al monarca español, de igual modo que obvió lacras como la violencia machista o la valla de Melilla. ¡Mira que si le dio antes una insolación! l

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