SI van a montar en coche para ir de vacaciones o de fin de semana, hagan el favor de salir discutidos de casa. Tener una bronca al volante puede ser motivo de sanción, al igual que besarse, comer y beber, buscar algún objeto, manipular el navegador, maquillarse, hablar por el móvil, leer, poner la música muy alta, conducir con chanclas o los pies del copiloto en el salpicadero y un largo etcétera. Que levante la mano quien no haya hecho nunca nada de eso porque tiene un pedazo de entrevista. Servidora, salvo lo de pintarse el ojo, casi de todo, pero señores agentes, las normas eran más laxas, yo más joven e inconsciente y, en cualquier caso, ha prescrito. Ahora, también les digo que el mayor aprieto en el que me he visto no fue por mi culpa, sino por la de una multinacional de muebles, que bautizó la calle de acceso a su tienda, en Valladolid, con el nombre Me falta un tornillo. Fue oírlo por el GPS y entrarnos a todos un ataque de risa que solventé dando vueltas a una rotonda, incapaz de hacer otra cosa que troncharme cada vez que pasaba por la salida y la maldita voz lo repetía. Qué quieren, mi familia partiéndose y gritándome a la vez. Se me juntaron las carcajadas con la risa nerviosa y aquello fue un no parar. Hasta que de tanto girar al crío le entraron ganas de vomitar, claro, y se nos cortó el rollo. Hablando del crío, tengo que quitar la pegatina de Bebé a bordo antes de que tenga pelo depilado en pecho y esté cursando un doble grado.

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