pocas horas de jugarse la presidencia de Francia con la ultraderechista Marine Le Pen, Emmanuel Macron aparecía descamisado, despreocupadamente tirado en un sofá, con la camisa abierta y dejando asomar una gran pelambrera. La inesperada imagen Pecholobo-Macron ha causado un gran revuelo mediático. Mientras muchos apuntan a una imagen de macho alfa, otros aseguran que el presidente galo quiso enviar un mensaje de que se iba a enfrentar a la ultraderecha a pelo -perdón, a pecho - descubierto. Si la imagen ha sido de lo más casposa, ha habido otra en la campaña presidencial gala que nos ha puesto los pelos de punta. Marine Le Pen subió a su cuenta de Instagram una instantánea en la que aparecía ella misma junto a una mujer negra. Pero lo que ha llamado la atención ha sido la mano de la política: la tenía apoyada sobre el hombro, pero solo un poco, lo justo para tocarla solo con dos dedos. Como si le diera repulsión. La política ha pugnado por cumplir el sueño de décadas de la extrema derecha: llegar a la presidencia de Francia, con un programa que, en el fondo, no ha cambiado nada. Lo peor de todo es que veinte años después, no da el miedo que daba su padre. Pese a su derrota, la candidata ultra ha logrado normalizar su imagen hasta el punto de que casi la mitad de los franceses no la consideran ya un peligro. Macron tendrá que hacer mucho más que descamisarse para frenar el ultraderechismo que se cierne sobre Europa.

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