OCOS placeres hay mayores que el de disfrutar del olor a libro nuevo o la emoción de enfrentarte a una nueva historia mientras tienes uno entre las manos. Es evidente que los hábitos del lectura han cambiado sensiblemente a favor del formato digital, como lo es también que se está perdiendo la costumbre de pasar las páginas de un libro, una ceremonia, todo un ritual, un inmenso placer que, desgraciadamente, hay quien dice que tiene los días contados. De ahí la importancia de que se fomente la lectura y de que se defienda y proteja la industria editorial y los derechos de autor con iniciativas como el Día del Libro. La Unesco celebra esta efeméride el 23 de abril para hacerla coincidir con el aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, aunque luego se descubriría que, en realidad, Cervantes murió un 22 de abril y Shakespeare un 3 de mayo. La fecha es lo de menos, pero si algo ha puesto de manifiesto esta época de pandemia que nos está tocando vivir es la importancia que tienen el libro y la lectura. Leer ha sido una de las actividades que más nos ha ayudado a sobrellevar esta situación. Durante el confinamiento me dio por pensar qué sería de nosotras/os sin las librerías y se me presentó un panorama devastador. A través de la lectura conectamos con mundos propios y ajenos, con otras realidades y ficciones. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos.

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