ESDE que la peña se ha lanzado al híper a comprar sin conocimiento, los supermercados andan temblando. Por eso, el BOE ya autoriza a que las tiendas puedan limitar la cantidad de alimentos que compran los clientes para evitar el desabastecimiento. Parece razonable que cuando determinados productos comienzan a escasear se controle su adquisición, entre otras cosas porque hay mucho borderline suelto que en cuanto oye campanas, le entra cagalera y hace acopio de papel higiénico. Pero que conste que este decreto llega muy tarde. No son pocos los hogares en los que todavía no han tenido tiempo de defecar lo suficiente para agotar el stock de rollos acaparados durante el confinamiento. Porque bien mirado, la cartilla de racionamiento 3.0 parece inevitable si no queremos terminar merendándonos los unos a los otros y comprando de estraperlo aceite de girasol y harina. Como los tontos sigan acumulando como si no hubiera un mañana, seguirán subiendo los precios y haremos el caldo gordo a la especulación. ¡Atención! Me acaban de contar otro drama. El lineal de los Durex también se ha vaciado. Y se ha visto a algunos vascos arramblando con cajas y cajas... ¡Qué faena! ¿Cómo voy a afrontar la crisis de los preservativos si todavía no me había repuesto de la guerra de la leche? Y eso que me acabo de comprar una vaca y me he bajado un tutorial de ordeño para dummies.

clago@deia.eus