STABA friendo un sanjacobo congelado -las huestes anticolesterol a mi persona- y me dice el crío que hay algo que se pregunta desde hace años. Teniendo en cuenta su edad, puede ser desde los ingredientes del slime (blandiblú para los de la EGB) hasta si Olentzero existe. Tiemblo como en el examen de conducir. "¿Las cosas están enfocadas cuando no las miramos?", dispara. ¿Ein? "Pues claro", digo a ver si cuela. "No es tan sencillo. Ya sabía yo que no me ibas a entender". ¿Pero esto qué es: un niño o el pitufo filósofo? Al poco contraataca: "¿Olentzero son los padres?". Lo sabía. La culpa la tienen los supermercados por poner tan pronto el turrón. Sonrisa petrificada de político a cuyo partido acaban de condenar por pagar en B. "Sonríes así porque estás pensando: A ver qué digo yo ahora porque Olentzero sí son los padres". ¡Socorro! Me lee el pensamiento. ¡Y sin polígrafo! Luego dicen de Google. Me está dando más miedito que Halloween. Cómo no se me había ocurrido. "¿Y si vemos un catálogo de disfraces?". Operación completada con éxito. Menor desactivado. Flipo con el de zombi que tiene menos ojeras que yo y con el de vampira que, a juzgar por el escote y la minifalda, debe vivir en las Bahamas en vez de en Transilvania. Un pie amputado, cabezas de muñecas, telarañas... Nada que no pueda encontrar en el armario de los críos. Puestos a chupar sangre, voy a ir de cobrador de la luz. Truco o atraco.

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