UGAR a la política y a ver quién gana elecciones requiere un enfoque más sensato. Se acerca el fin del estado de alarma al calor de la política mientras los presidentes autonómicos, y no solo los del PP, se quejan de que, por no haber, ni hay sensatez, ni una llamadita. Estamos rodeados de tanta alerta, que solo los presidentes de las CCAA parecen estar preocupados sobre qué pasará cuando la alarma acabe. Y es que estamos saturados de amenazas constantes: el peligro del virus, el de los empleos, los ERTE que se prorrogan y los cambios en los criterios de edad de las vacunas. Una pandemia es un lugar hostil, también en el primer mundo, con su buena conexión wifi, su sobreinformación y muchas cajas de ansiolíticos. En medio de este caos pandémico, no estamos, la verdad, para analizar qué pasará tras el 9 de mayo, cuando cada juez o jueza decida sobre los toques de queda, la movilidad, los límites de aforo y cierres perimetrales, o sea, sus vacaciones. El sindiós de AstraZeneca es solo comparable al que tendremos delante de las narices dejando en cada autonomía su caso y sus competencias. Se llama vacío jurídico y lo miramos como de lejos, porque no afecta a la nómina, a los pagos, la vacunacion y el a ver cuándo me toca. Lo que antes era un instrumento que durante meses permitió mantener las restricciones, ahora y en la cuarta ola, ya no sirve a falta de un mes para su finiquito. ¿Le afecta? Tanto como el precio del pan.

susana.martin@deia.eus