OMO la famosa cadena de productos electrónicos, la política madrileña ya es un claim más popular si cabe con protagonismo en su presidenta. Al levantamiento de hospitales de urgencia, apertura de bares y restaurantes, y llamadas a la libertad, Madrid quiso vacunas rusas para los madrileños negociando en febrero la llegada de la Suptnik para repartir por la pradera de San Isidro saltándose a Sánchez, a las Comunidades Autónomas y, por supuesto, a la Agencia Europea del Medicamento. SuperAyuso y las maniobras de fuerzas centrípetas hacia la capital empiezan a tomar tintes de intentonas golpistas, nacionalismos exacerbados y mucho trajinar lo de aquí y lo de allí "para los madrileños". Una suerte de rebelión o sedición sin protestas contra lo establecido, que está en la Constitución. Ayuso se pone manos a la obra y lo hace, o directamente no lo hace según haga o no su alter ego Sánchez. A la presidenta solo le queda declarar la república independiente madrileña, unilateral y sin vistos buenos, una Puigdemont con mantilla, aplausos y vuelta al ruedo. Cuando se habló de la falta de meritocracia o de que Casado hablaba por su boca nadie supo que el muñeco cobraría vida por sí mismo o por MAR porque hoy Madrid va a por todas, así sean vacunas, litronas o movilidad. La clientela repite el "yo no soy tonto". Todos los demás parece que un poco sí.

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