S ya una verdad incontestable que en este año 2020 y en el umbral de las navidades en la calle hay más luces que en muchos cerebros. El encendido navideño y sus consiguientes aglomeraciones traen una estampa esperada por aquello de que "la gente está harta". Frente al hartazgo, la fórmula de la prevención la ha servido el alcalde de Madrid que decreta que es más seguro estar en la calle todos juntos celebrando, que los mismos igual de juntos celebrando lo mismo en casa. Esta iluminación cum laude del primer edil madrileño casa con el argumento de que las aceras son lugares seguros pero la virtud de agolparnos en la Gran Vía mejor que en el saloncito solo es válida mientras los que salgan a la calle luego no terminen la fiesta en casa o viceversa. Somos capaces de contagiarnos de todo salvo de un mínimo de lucidez y es normal cuando en el mismo telediario nos hablan de los muertos de la segunda ola o y en el siguiente bloque parece que estamos 2019. Cuando no podemos aglomerarnos para comprar los regalos en las tiendas pero tampoco comprar en los gigantes digitales. Juntar en la misma frase pandemia vírica global y Navidad no pasa un control de drogas porque las fiestas, como es sabido, no son más que un demasié. Hay que ver cómo nos esmeramos en tomar las 'No navidades' como rehén, nosotros, ciudadanos a quienes la crisis les iba a hacer mejores y ya somos, en la montonera, el mejor ejemplo de reincidencia y. además, acumulada.

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