HORA que ya hemos ordenado todos los armarios de casa ahora que hemos sacado de su confinamiento esas pelusas que se habían hecho fuertes debajo del sofá y que el trastero es la asignatura pendiente que nos queda para este fin de semana de puente sin salidas, como el primitivo Rontegi; ahora llega el momento de plantearse cómo hacer más agradable el encierro de, al menos, diez días más que tenemos por delante. Con los centros comerciales convertidos en simples supermercados, es el momento de recuperar las compras en el barrio. Todos los días hay que ir al kiosco en el que Ignacio siempre tiene preparada una chanza que arranca una sonrisa. Y también está esa panadería que vende a peso hogazas que amasan y hornean ellos mismos. Ahora que nos recomiendan aumentar la dosis de frutas y verduras es el momento de bajar a la frutería en la que su dueño te reconoce que no trae esas naranjas de zumo porque algunos clientes le han dicho que no les salen buenas y llenar el carro de la compra de puerros, calabaza, lechugas y fruta de todo tipo y condición. Al día siguiente será conveniente acercarse hasta esa pescadería que te deja el pescado limpio como la patena, que te quita los anisakis y te descuenta el precio de la pieza afectada. Sin olvidarnos del carnicero que nos aconseja llevar los filetes de tetilla antes que los de falda. Son profesionales de casa. Gente que nos permite salir de casa sin salir del barrio.

jrcirarda@deia.eus