FUE el propio Pedro Sánchez el que tiró el cabo para que se enganchara quien quisiera cuando dijo que no podría dormir si tuviera que apoyarse en gente tan inexperta como la de Podemos a la hora de liderar un Ejecutivo. De modo que su Consejo de ministros conforma para las patrullas callejeras de la derecha el Gobierno del Insomnio y, en general, el experimento, que despertaba muchas dudas desde el minuto uno del partido, ha avivado los recelos a medida que se ha conocido la composición del Ejecutivo. No se trata solo de que casi haya más vicepresidencias que pasajeros en el camarote de los hermanos Marx para diluir el papel de Pablo Iglesias, dicen, o que para compensar el peso de Podemos el gabinete tenga una composición tan abundante que alcance casi para celebrar dos últimas santas cenas. Es que da la impresión de que por cada pata de la mesa progre se han añadido dos neutras, o centristas, como se prefiera, para frenar la dimensión rojeras del cóctel. Hay bebidas que difícilmente sorprenden. Nadie busca una nueva sensación con el zumo de naranja. Sin embargo, cuando se mezclan en el mismo jugo dos o más frutas puede pasar cualquier cosa, buena o mala. Ahora, si quien administra las proporciones del brebaje está más preocupado en contrarrestar los sabores que en buscar la fórmula más apropiada, el trago aporta más bien poco. Y si se echa agua en la pócima para neutralizarla el resultado es por lo general bastante insípido.