Estadísticamente es más probable estrellarse si se viaja en avión que ser agraciado con el Gordo de Navidad. Pero apuesto a que usted lleva algún décimo de Lotería. Y no solo porque seamos unos inconscientes, juguemos como locos y nos dejemos llevar por ese pensamiento mágico de convertir lo posible en lo probable (recuerde que las posibilidades son una entre cien mil). Más bien, muchos participamos en este sorteo por un concepto peculiar que se denomina, científicamente, envidia preventiva, jugar para evitar que le toque a un conocido y no a uno mismo. Porque, no nos engañemos, ¿de verdad queremos ser millonarios solo en Navidad ? Pues no. No es el deseo de ser rico, la ilusión o la sorpresa lo que nos lleva a guardar religiosamente la cola ante Ormaechea o Azkarreta sino que es la envidia preventiva la que nos empuja a comprar. Si no, lean y observen, porque el patrón se repite. Lleva el mismo número que se compra en el trabajo, tiene el de su bar de confianza, la papeleta del colegio de los críos y comparte el de sus amistades o el de su familia. ¡Imagine que les toca el Gordo a ellos y no a usted! Y, aunque como inversión la lotería sea un negocio ruinoso y todos sepamos que es harto complicado que caiga una lluvia de millones en nuestro entorno, nos puede el hecho de ser los únicos que nos quedemos sin el premio. Por eso nos hemos gastado un pastizal. Así que ¡mucha suerte y feliz día de la salud!clago@deia.eus