Qué será de Greta Thunberg dentro de 30 años, cuando ella tenga 47 y la comunidad internacional pueda hacer balance de los planes contra el cambio climático que ha programado con el horizonte de 2050? La combativa adolescente sueca está en el centro del debate mundial sobre la defensa del medio ambiente y ha adquirido la relevancia suficiente como para provocar que el mismísimo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, caiga a los niveles de ética y moral más bajos con sus tuits burlones hacia ella. Pero, insisto, ¿dónde estará dentro de treinta años Greta? La cuestión no es baladí, porque a día de hoy esta joven arrastra a otros cientos de miles de jóvenes en un movimiento sin precedentes contra el cambio climático, y ese hecho constituye un caramelo demasiado goloso para no ser aprovechado por quienes se dedican a mover masas: los políticos. Greta va a ser pretendida como pareja de baile por muchos actores del poder o postulantes al mismo. No sería extraño que la joven se acercara en no mucho tiempo a movimientos políticos que le sirvan de plataforma para difundir su mensaje, y que de ahí pasara a algún partido que defienda de forma más pragmática sus ideales, para continuar abrazando una formación mayor que, al menos, recoja los ejes fundamentales, y al final acabe sirviendo en las filas de un gobierno totalmente desnaturalizado en relación a lo que hoy es ella. No sería la primera ni la última en protagonizar ese cambio climático.