Tenemos encima el enésimo presunto debate político que se disputa con las cartas marcadas. Esta vez toca fiscalidad, asunto que se presta especialmente a la demagogia, al fariseísmo y al trilerismo. Curiosamente, en nombre de un acuerdo amplio por el bien de la ciudadanía. En el penúltimo episodio, el líder parlamentario de EH Bildu, Pello Otxandiano, deslizó que el PNV pretende acordar con el PP la reforma que los jeltzales y el PSE continúan afinando. De entrada, no hace falta acumular lustros en análisis de la política del terruño para ver una clara intención de malmeter en las relaciones entre los socios que gobiernan en las instituciones más importantes de nuestro país. Y luego está la afirmación principal que se sustenta en cero indicios. No hay nada que haga pensar que, en el punto y hora en que nos encontramos, en Sabin Etxea apuesten por el pacto con la franquicia genovesa en la demarcación autonómica. Más allá de los topiquillos de argumentario, no es ni medio cierto que la filosofía fiscal de ambas formaciones es la misma. De hecho, en algunos ámbitos es diametralmente opuesta. Pero es que, además, deberíamos retrotraernos a los tiempos de Lizarra para encontrar un momento en que las relaciones entre PNV y PP hayan sido tan tirantes. Basta repasar los entrecomillados biliosos de Tellado, De Andrés o el propio Feijóo para probarlo. Por lo demás, el partido que preside Andoni Ortuzar y que presidirá Aitor Esteban tiene muy claro que la reforma la plantea conjuntamente con el PSE. Ni delirando pondría en riesgo un acuerdo global que, por encima de las diferencias archiconocidas, está funcionando más que satisfactoriamente. Todo eso lo saben Otxandiano y Otegi. Tal vez si pusieran en práctica de verdad sus prédicas sobre la necesidad de llegar a consensos, se encontrarían con que lo que proponen PNV y PSE es un buen punto de partida para un acuerdo que se puede mejorar con aportaciones de EH Bildu. Pero eso, claro, es cuestión de voluntad. ¿La hay?