Con sibilina insistencia unas veces, o directamente con descarada manipulación de la realidad, andan los medios afines a la derecha nacionalista española –que ahora mismo es toda– pisando el acelerador de una ruidosa moto que está poniendo en venta por si queda opinión pública bien desinformada que la compre.
El relato es viejo y trata de rescatar al PP de Núñez Feijóo del quiero y no puedo electoral en el que sigue sumido, ganador insuficiente en tanto los puentes hacia el centro los dinamitó en esa huida que le ha arrojado en brazos de Vox o de la nada, que tanto monta. El caso es que hay quien se empeña en hacer ver que hay una alternativa en ciernes de la mano del soberanismo vasco y catalán, que ya son dioptrías a salvar. Ni PNV ni Junts son socios posibles de un discurso que niega su esencia. Hay coincidencias coyunturales que son más fruto de la falta de habilidad del PSOE para surfear la ola izquierda que le lleva a un revolcón tras otro, con la fortuna de que el fondo es arenoso y las rocas electorales no están aún a la vista. Pero la marea bajará y la temeridad de vivir subido a una tabla tendrá que terminar.
Cuando sea así, también decaerán las veleidades asociativas que hacen petardear la moto de Núñez Feijóo –y la de alguno que la usa desde la izquierda de allí y de aquí–. Como sin ruedas no se va a ninguna parte, acabará gripada y dejará de hacer ruido. El PP juega al despiste porque carece de oferta para lograr la confianza de aquellos que no quiere de aliados pero le encantaría que dejaran de serlo de Sánchez. Todos saben que la virtud principal de éste es, precisamente, que la alternativa que ofrece el PP de Núñez Feijóo es mucho peor en lo social, lo económico o el modelo de convivencia y es negacionista de las realidades nacionales vasca y catalana. Pero está todo tan ajustado que, si cuela, cualquier despiste puede ser suficiente.