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En confianza

Javier Vizcaíno

“Fundamentalista pragmático”

No hará ni dos semanas leí por ahí que el sátrapa sirio Bacher Al Asad estaba a dos cafés de derrotar definitivamente a los berroqueños combatientes de mil procedencias que llevaban dándole mala vida desde 2011. La explicación que aportaban los supuestos sabios en los intríngulis de la política planetaria era que Occidente había aceptado la vieja teoría que se sustenta en el sarcasmo clásico “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. O, traducido al caso que nos ocupa, que pese a ser un sanguinario insaciable que carece del menor escrúpulo, era el único capaz de mantener un cierto orden en su avispero. De propina, podía ejercer de recadero con sus malvados aliados, a saber, la Rusia putinesca y el Irán de los ayatolás. Desde luego, el razonamiento se sostenía intelectualmente y, más aun, por los incontables precedentes de tiranos desalmados que han sido mantenidos gracias a la real politik, que demasiadas veces es el nombre fino de la hipocresía ayuna de principios que manda en las relaciones internacionales.

Como se acaba de ver, el pronóstico de los eruditos ha resultado una pifia del nueve largo. Ha ocurrido exactamente lo contrario de lo vaticinado. Han sido quienes estaban a punto de morder el polvo los que han tumbado en un abrir y cerrar de ojos el régimen del asesino Asad, que perdió el culo para escapar a Moscú, y pueden apostar algo que no con las manos vacías. Lo que si no fuera trágico resultaría divertido es que a los recién vencedores se les está aplicando la misma doctrina del mal menor que acabo de describir. Así, los que todavía conservamos unas gotas que capacidad de asombro, nos frotamos los ojos al escuchar que al líder de los llamados rebeldes (denominación que tiene su guasa) se lo presenta como un fundamentalista “pragmático”. Vamos, que se dedicará a pisotear los Derechos Humanos con fruición –que se vayan preparando las mujeres y el colectivo LGTBI– pero descolgará el teléfono si le llama Von der Leyen.