Dama alférez del glorioso ejército de tierra español desde ayer: Le escribo después de haber recibido el impacto del tsunami de babas y natillas impulsado por la prensa cortesana a cuenta del rancio acto en que su padre le ha entregado el despacho que corresponde a su nueva graduación. De propina, le impuso la Gran Cruz del Mérito Militar, que por lo visto, no debe ser gran cosa si se la dan después de haber pasado diez meses y medio en la academia de Zaragoza. Ya nos contarán qué acciones heroicas le han hecho acreedora a la medalla de tan pomposo nombre. Con todo, no le arriendo la ganancia. Le dejan ahora unos días de asueto antes de incorporarse a la Escuela Naval de Marín, donde tendrá que pasar otra temporada antes de recibir el grado de alférez de navío. Luego dirán que es “una joven como cualquiera”. Pues no.