ENTERNECE ver a Javier Esparza y a la inminente exalcaldesa de Iruñea, Cristina Ibarrola, celebrar como un título de Champions el éxito de participación y relieve público de la concentración de anteayer frente al ayuntamiento que, salvo sorpresa mayúscula, volverá a liderar Joseba Asiron a partir del día de los inocentes.

Puede ser voluntarismo, refracción a aceptar la realidad o, lo más probable, mera incapacidad para el análisis político. Tanto da. La conclusión es la misma: UPN no se da cuenta de que no será la formación que vaya a rentabilizar la pretendidamente justa rebelión contra el movimiento de caderas del PSN que pone en bandeja la vara de mando del consistorio a los tildados en trazo grueso como “herederos de ETA”. La pieza propagandística se la están cobrando el PP y, en segundas nupcias, Vox, que supo traer a sus representas más casposos para salir en las fotos y en los entrecomillados.

Si los regionalistas tuvieran alguna lectura más, sabrían que el Madrid cavernario no paga traidores y que como tales están señalados desde la expulsión de Sayas y Adanero. No lo pillan, no.

Chile, lo malo y lo peor

Si, como vengo sosteniendo en mis últimas homilías, es difícil opinar sobre cuestiones que ocurren a un puñado de kilómetros de uno, qué decir cuando hay un océano de por medio, como es el caso de Chile. Pero también resulta imposible abstenerse siquiera de mostrar la más honda de las perplejidades ante la segunda vez en apenas un año que el pueblo rechaza en plebiscito una propuesta de constitución.

Claro que, desde este lado del charco, aun se nos figura más digna de reseña la consecuencia: el país se queda con la carta magna que viene del régimen de Pinochet. Sí, con siete decenas de reformas y lo que quieran, pero, al fin y cabo, con la rúbrica a pie de texto de un dictador sanguinario.

Como resumen y corolario, el alivio que las fuerzas de izquierda gobernantes les ha provocado semejante circunstancia. Del mal, el menos, parece estar proclamando el presidente Boric, plusmarquista mundial de defraudar expectativas. Insisto; estoy lejos, pero me debato entre la incomprensión y la pena. Más lo segundo que lo primero. l