Le concedo dos frases para que quienes nos leen sepan de qué va ‘Como todos los días’

—Es la historia de un hombre solitario que se replantea su vida, en especial la relación que mantiene con Paula, y su trabajo a partir de un encuentro fortuito con unos ladrones.

¿Sigue sintiendo lo mismo que al principio cuando está a punto de ofrecer un trabajo al público?

—Sí, siento ese cosquilleo cuando me envía el editor los primeros ejemplares del libro y cuando sé que tengo que enfrentarme a los lectores. Intento planificar bastante bien las presentaciones. Eso no quita para que los días previos esté nervioso por saber qué opinará el público.

¿De qué público, de qué lectoras y lectores hablamos, en concreto?

—Gente que ha leído otras de mis novelas, o Memento mori, mi último libro de relatos, que me conoce de la calle, del barrio, de los medios de comunicación... O seguidores de redes sociales. Y normalmente lectoras: la mujer sigue siendo la base del consumo de libros.

¿Tiene a esas personas en la cabeza cuando está escribiendo?

—Suelo escribir lo que me apetece, lo que me inquieta. Me gusta cambiar de género. Busco que cada libro no se parezca al anterior. Si pensase en los lectores seguramente no escribiría como lo hago. Alguna de mis lectoras cero sí me ha hecho cambiar una situación o una línea argumental, pero no la historia.

¿Y los críticos? ¿Escribe pensando en qué dirá la crítica profesional?

—Si estuviera pendiente de las críticas tendría que replantear casi todo lo que hago. No escribo para gustar a la crítica, sino porque entiendo que tengo algo que contar.

Usted también escribe reseñas. ¿Evita ser duro con el autor?

—Intento ser benevolente. Un libro requiere años de trabajo y mucho esfuerzo. No recuerdo haber despedazado a nadie en una crítica. Si un libro me atrapa tiendo a ser muy vehemente; si no me ha gustado, la reseña es más superficial.

¿Es más fácil publicar hoy que cuando usted empezó?

—Sin duda. Quien desee publicar tiene mil maneras de hacerlo: desde ediciones muy pequeñas en papel, autoedición, falsa edición… hasta publicar en plataformas virtuales para que los lectores se descarguen con un mínimo coste o de forma gratuita tu obra. Otra cuestión es que se quiera publicar en grandes grupos editoriales, con ediciones muy cuidadas y en tapa dura. Hay pequeñas editoriales que están haciendo una gran labor para mostrar la obra de autores no tan conocidos.

En cuanto a la calidad, ¿nota que el nivel general de exigencia ha descendido?

—Se publica demasiado. Hay más títulos que lectores, nos perdemos entre esa marabunta de obras y solo nos fijamos en los nombres que salen en los medios, en los premios literarios —simples campañas de marketing—. No es fácil que alguien pueda dar lo mejor de sí mismo si ha de escribir cada año una novela de trescientas páginas.

¿Qué busca como lector cuando abre un libro?

—En primer lugar, que el libro esté bien escrito. Aunque parezca mentira, no siempre es así. Y que la historia me sorprenda, desde el argumento hasta la forma en que está contada. En el taller de escritura creativa que llevo siempre incido en lo mismo: tener una historia que contar y escribirla bien.