DE una tacada, salieron ayer adelante en el Congreso de los Diputados la ley de actualización de Cupo vasco para el próximo quinquenio y las normas que incorporan al Concierto y al Convenio navarro los últimos acuerdos de concertación fiscal. Y no fue por una de esas mayorías agónicas a las que estamos acostumbrado en esta frenética legislatura que agota las pilas de las calculadoras. Lo que registró el marcador del hemiciclo hispanistaní fue una goleada de escándalo. 273 votos a favor, 60 en contra y tres abstenciones. Merece la pena un comentario de texto de semejante resultado porque contiene un porrón de autorretratos y de pistas para entender la política y el politiqueo.

Aunque sea marginal, residual y purita excrecencia, empezaré por la abstención del progrevividor Joan Baldoví. El tipo que está ahí representando a una formación como Compromís, que se dice nacionalista, vomitó en el atril las mismas pestes jacobinas y tiñosas que quienes votaron en contra, oséase, Vox y Ciudadanos. Traducido, que el mengano es tan retrógrado y centralista como los abascálidos y el cagarro naranja que da vueltas en la taza antes de irse por el desagüe. Menudas risas más lacrimógenas, ver a la fracasada Inés Arrimadas soltando otra vez la soplapollez del cuponazo y los privilegios de los pérfidos vascones. Como sabrosísima guinda para los gourmets del análisis como el que suscribe, anoto el sí de EH Bildu (con todos los aspavientos y torceduras de morro que quieran) a lo que hasta anteayer porfiaban como instrumentos que consagraban la sumisión de Euskal Herria al yugo de Madrid. Nola aldatzen diren gauzak, kamaradak!