EMPEZARÉ dejando claro que no soy, ni de lejos, el espectador tipo del programa Akelarre que se emite los jueves por la noche en ETB 2 y que tiene revueltos a tirios, troyanos y entreverados del terruño. Me temo que la propuesta televisiva me pilla un tanto mayor y esquinado, aunque, ahora que lo pienso, a los veinte tacos me habría resultado igual de escasamente atractiva. Eso, más que nada, es porque he sido un soseras desde la cuna; ya de niño, las aventuras de Gabi, Fofó, Miliki y Fofito no me sacaban nada parecido a una sonrisa. Lo mismo que los gags de Pajares y Esteso, el dúo Sacapuntas, Martes y Trece o, por poner un referente más cercano y que entronca con el asunto del que escribo, Txomin del Regato.

De hecho, viendo el salpicado de momentos escogidos del espacio que circula por las redes junto a comentarios encabronadísimos, me vino a la cabeza la burda caricatura del aldeano vasco que arrancaba carcajadas por estos pagos en los setenta del pasado siglo. Me maravilla que, transcurridos cincuenta años, los Aibalaostia pues y los Joder, Patxi puedan resultar graciosos para las generaciones rabiosamente jóvenes, requetepreparadas, educadísimas en valores y, ojo al dato, matriculadas mayoritariamente en ikastolas o en el modelo D. A ver si vamos a estar, sin más, en una forma de inofensiva rebeldía frente a lo que les hemos inculcado sus mayores. La otra opción es plantearse si las buenas intenciones que han presidido lo que entonces llamábamos normalización lingüística no han sido suficientes para lograr el objetivo proclamado. Sea lo que sea, la culpa no es del programa en absoluto.