No hay milicos en la calle - Pierde uno la cuenta de los golpes de estado que llevamos en apenas una semana. Escuchando los discursos incendiados e incendiarios de políticos y opinateros de una y otra orilla, se diría que vivimos en una asonada en bucle. Luego, sale uno a la calle acongojado, esperando ver milicos fusilando al personal por las esquinas, y lo que se encuentra es una miríada de bares a reventar -en interior o en terrazas pese a la rasca- con la peña enfrascada en el debate fundamental, esto es, si el Mundial de la infamia se lo va a llevar la Argentina del niñato consentido Messi o la Francia multicultural del diosecillo Mbappé. Le pago una mariscada a quien me presente pruebas documentales de que en una mesa o en una barra, entre marianitos o crianzas, se ha gastado un minuto en discutir sobre la gresca del Tribunal Constitucional y el Congreso de los Diputados. Mencione en esos círculos a Montesquieu y pensarán que es un suplente de la selección de Deschamps.

Hipérboles - Anoto lo anterior como afortunado signo de normalidad social y de lejanía de la plebe respecto a las descomunales hipérboles de nuestras clases políticas y mediáticas. No seré yo quien diga que no es grave que el autotitulado tribunal de garantías (o una parte de sus miembros) se atrinchere en plan Moscardó en el Alcázar y contemple como algo más que una tentación impedir que el poder legislativo vote sobre lo que le pete. Pero, ni harto de psicotrópicos, me permitiría establecer la analogía de cinco duros con el secuestro de la Cortes el 23 de febrero de 1981, por la pandilla de tricorniados liderados por el zumbado Antonio Tejero Molina. Sin entrar en quién movió los hilos de aquello (pista: hoy vive en un lugar del Golfo de cuyo nombre no quiero acordarme), provoca una risa malsana imaginarse qué hubieran hecho aquel día los aguerridos portavoces que el otro día invocaron el recuerdo del bigotón benemérito. 

No es un golpe - Ya se lo digo yo. Baldoví, Sicilia y Rufián -que fueron los que se vinieron arriba en la comparación- se habrían hecho caquita a la primera ráfaga de metralleta. Si el jueves pudieron farfullar en la tribuna de oradores lo que les salió de la sobaquera fue porque no había alrededor uniformados con pistolas ni cetmes. O sea, que de golpe, nada. Del mismo modo que tampoco lo es el birlibirloque de Sánchez y sus sostenedores para cortar el nudo gordiano del bloqueo de la renovación del Constitucional y el CGPJ. ¿Que lo uno y lo otro es muy feo? Por supuesto. Pero, por suerte, ninguna de las dos actitudes son un golpe de estado.