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La vuelta de Javier Vizcaino

Javier Vizcaíno

“¡Es la sanidad, estúpido!”

HAY una tontuna que gusta repetir a columneros y opinateros como si fuera nueva cada vez que la entrecomillan o la pían ante un micrófono. Hablo de que aquella frase que, según la leyenda, parió un asesor de Bill Clinton en la campaña electoral de 1992 contra Bush padre: “¡Es la economía, estúpido!”. Más allá de la superioridad moral (o sea, de la chulería casposa) que denota el enunciado, lo cierto es que la consignilla no necesariamente ha respondido siempre a la realidad. Incluso en momentos delicados para sus bolsillos, a la hora de votar, el personal se ha movido por otras pulsiones.

Si llevamos lo que digo a nuestro aquí y ahora, incluso en medio de una crisis económica del carajo de la vela, es de cajón que una de las cuestiones que más va a determinar el voto en las varias convocatoria que tenemos a tiro de piedra es la sanidad. Partiendo de la evidencia de que nuestros sistemas públicos de salud –nótese que hablo en plural, porque no es cosa de una sola comunidad– van cuesta a bajo en la rodada, los estrategas de hoy se han grabado en la frente el lema “¡Es la sanidad, estúpido!”. Cabalgando a lomos del inveterado “cuanto peor, mejor”, no van a perder ninguna oportunidad de hincar el colmillo en la carne blanda. Ni en Madrid ni aquí. Y para los gobernantes, el peligro está en las tormentas perfectas como el desastre de la OSI de Donostia, donde se mezclan reivindicaciones muy razonables con ajuste de viejas cuentas, río revuelto para ganancia de pescadores y unos toques de Juego de tronos. Ni el silencio prolongado ni los despejes a córner desfacerán el entuerto. Ya se vio con la OPE de triste recuerdo.