Por los pelos

Parece que el Gobierno español ha rascado los votos suficientes para sacar adelante antes de las vacaciones y en un pleno especial lo que ahora se llama Ley de Memoria Democrática. EH Bildu fue la última formación en subirse al carro, así que es la que se ha llevado los titulares gordos, provocando de paso el crujir de dientes del ultramonte mediático. Si anduviéramos un poco mejor de aritmética y de ganas de contar las cosas como son, resultaría que esos seis respaldos postreros son tan decisivos como los de las fuerzas que no entraron al acuerdo al humo de las velas, a saber, PNV, PDeCAT, Más País, Compromís, Coalición Canaria, Teruel Existe y el Partido Regionalista de Cantabria. Una vez más, Junts se desmarca y ERC se pone estupenda ofertando, como mucho, una abstención. Total, que la cosa saldrá adelante con 176 votos pelados, lo que resulta un saldo más bien pobretón para una norma que supuestamente busca cerrar dignamente la asignatura pendiente.

La ley vigente

Me van a perdonar mi escepticismo, pero aunque si estuviera en mi mano, votaría a favor, espero entre poco y nada de la nueva ley. Y no es por ir de pinchaglobos. Me atengo a los hechos acreditados por la anterior, la que lleva 15 años vigente sin que se haya cumplido ni en un porcentaje ínfimo. Es verdad que se ha excavado alguna que otra fosa, se han cambiado los nombres vergonzantes de unas cuantas calles, se han anulado nombramientos de Franco como hijo predilecto y hasta se han derribado estatuas del dictador. Pero no puede ser que los mayores éxitos sean el desahucio de la momia del Valle de los Caídos o la expropiación a medias y con bronca judicial inconclusa del Pazo de Meirás. Las expectativas eran bastante más elevadas. No puede ser que 47 años después de la muerte en la cama del bajito de Ferrol se haya avanzado tan poco.

Promesas

Y lo desazonante, por lo menos para este humilde tecleador, es que tiene toda la pinta de que nos disponemos a repetir la misma experiencia. Sí, suena muy bien el compromiso de ceder a las administraciones locales y resignificar el fuerte de Ezkaba o el Palacio de la Cumbre de Donostia, pero, ¿quién va a poner la pasta y exactamente cuándo se va a concretar la promesa? Si algo caracteriza a Sánchez es su condición de pésimo cumplidor. Por eso se permite firmar concesiones literalmente imposibles de llevar a la práctica, como las que menciono o como la anunciada anulación de cualquier decisión de los tribunales franquistas. Ojalá me equivoque, pero volvemos a la pirotecnia. Y la herida, sin cerrar. l