ES una evocación a la creatividad, la chispa candente que enciende la llama. O al menos eso esperan los comerciantes de Avenida Zuberoa, en Irala, allá en los barrios altos de Bilbao. Con calles a menudo despojadas de vida, los locales vacíos se han convertido en un símbolo de las circunstancias que nos rodean. Sin embargo, en lugar de resignarnos a su presencia, ¿por qué no convertir esas persianas cerradas en lienzos de creatividad? Decorar las persianas de los locales vacíos podría ser la chispa que encienda la expectación y devuelva la vitalidad a las calles.

Imaginen un barrio donde cada persiana cuenta una historia, donde los colores vibrantes y las ilustraciones llamativas invitan a los transeúntes a detenerse, a mirar y a soñar. En lugar de ser meros obstáculos en el camino, estas persianas podrían transformarse en auténticas galerías al aire libre, en espacios donde artistas locales puedan expresar su talento y su visión. Así, la nueva estampa nos recordaría que, a pesar de la adversidad, la creatividad siempre encuentra un camino.

La decoración de las persianas no solo embellecería el paisaje urbano, sino que también podría ser un motor de cambio. Al dar vida a estos espacios vacíos, se generaría un ambiente propicio para la interacción social. La gente se sentiría atraída a pasear, a explorar y, quizás, a descubrir nuevos negocios que, aunque aún no han abierto sus puertas, ya están dejando huella en la comunidad. La expectación se convertiría en un imán, atrayendo a curiosos y a potenciales clientes.

La iniciativa puede ser una oportunidad para que la propiedad de los locales vacíos se involucre en el proceso. Al colaborar con artistas y diseñadores, no solo estarían contribuyendo a la revitalización de su entorno, sino que también estarían enviando un mensaje claro: su compromiso con la comunidad y su deseo de ver el barrio florecer. Y si el barrio florece, todo huele mejor.