No está claro quién se lleva la mejor parte del refrán, es que comienza con “el que reparte y bien reparte...” Lo digo porque, aunque sea a lo bajini, que diría Iñaki Williams, tratándose de los fondos de financiación municipal uno tiene la sensación de que para buena parte de los municipios siempre se quedan cortos. O por decirlo con otra exactitud más real: siempre haced falta más.

En un rincón del vasto laberinto de la burocracia, donde los papeles se apilan como sueños olvidados, se encuentra el fondo de financiación municipal. Un concepto que, a primera vista, puede parecer árido y distante, pero que, al igual que un trago de agua en el desierto, tiene el poder de transformar realidades.

Los municipios, esos pequeños mundos que pulsan con la vida de sus habitantes, son a menudo los olvidados en la gran narrativa del desarrollo. Mientras las grandes ciudades brillan con luces de neón y promesas de progreso, los pueblos y aldeas luchan por sobrevivir, por mantener su esencia en un mundo que avanza a pasos agigantados. Aquí es donde el fondo de financiación se convierte en un faro de esperanza, una guía en la tormenta que amenaza con arrasar lo que queda de la identidad local. Quiere decirse, como ven, que para unos y otros el efecto de eso fondos es de diferente calado. Hay historias de municipios que, con ingenio y perseverancia, logran sortear los obstáculos y hacen de ese fondo un verdadero catalizador de cambio. Proyectos de educación, de salud, de cultura, que han florecido gracias a la tenacidad de quienes creen en su tierra. Esas historias son las que nos recuerdan que, a pesar de las adversidades, la esperanza siempre encuentra un camino para abrirse camino en el bosque.

Por mucho que ahora sea justo y necesario, como dicen los rezos, ajustar cuentas con los mutualistas no ha de olvidarse que el fondo de financiación municipal debería ser un puente, no un muro. Un espacio donde las voces de los ciudadanos sean escuchadas, donde las necesidades reales de las comunidades se traduzcan en acciones concretas. Porque al final del día, no se trata solo de números en un balance, sino de vidas que se entrelazan, de sueños que se construyen en conjunto. Del reparto les hablaba al comienzo. Se oirán voces discrepantes, cómo no. Pero también hay que escuchar a los mutualistas. Se quejarán menos, supongo.