L anuncio por el lehendakari Iñigo Urkullu de la aprobación de un Programa para la Reconstrucción Económica y Social de Euskadi que en los próximos cuatro años comprometerá 10.000 millones de euros para incentivar 135.000 puestos de trabajo y reponer la caída de empleo provocada por la pandemia constata el verdadero alcance de las consecuencias socioeconómicas del covid-19, que parecían relegadas a un segundo plano por el enorme drama de salud pública. Las cifras son claras. El número de desempleados en Euskadi se situó en agosto en 146.450, lo que supone un retroceso de cinco años -casi hasta los 150.017 parados de diciembre de 2015- en la recuperación del empleo que protagonizó la economía vasca desde los tiempos más duros de la crisis de 2008 -los 169.083 parados de diciembre de 2012- hasta el pasado febrero, último mes antes de la pandemia, con 117.239 desempleados. La resta es sencilla y sitúa la pérdida de empleos respecto a 2019 en los 30.000 previstos -un 11,2% de tasa de paro- por el Gobierno vasco para final de año tras la última revisión a la baja de las previsiones económicas con una caída del PIB del 10,1% frente al 8,7% avanzado hace tres meses. Ello, a pesar de que veintisiete mil empresas y 195.842 trabajadores, el 20% de la afiliación vasca a la Seguridad Social, se acogieron a un ERTE en los meses de confinamiento. Toca, por tanto, recuperar los cinco años perdidos... y resituar a la economía vasca en la senda hacia el pleno empleo en que se encontraba a principios de este año a través de una readecuación de objetivos en la necesaria transformación no hacia lo que Euskadi era sino hacia lo que debe ser. En digitalización, industria avanzada, energía... pero también salud, medio ambiente, educación, bienestar... Y el Programa de Reconstrucción ayudará a recorrer ese camino, de por sí complejo, más en un mundo todavía amenazado por el covid-19 y aún pendiente del desarrollo de la vacuna que frene al coronavirus, pero ya conocido por las instituciones y los agentes socioeconómicos vascos y en el que las fortalezas que proporciona nuestro sistema fiscal, la saneada situación de nuestras finanzas públicas y la imagen de nuestra industria en Europa, también de cara a participar mediante proyectos propios de los fondos europeos, aportan certezas frente a la incertidumbre global.