A denominada nueva normalidad no puede convertirse en un escenario donde lo normal sea considerado algo extraño y noticiable. Tras la reunión telemática celebrada ayer por la ministra de Educación, Isabel Celaá, y las consejeras y consejeros de las Comunidades Autónomas, algunos ámbitos políticos y mediáticos destacaban que Euskadi se había desmarcado de las pautas dadas desde el Gobierno español para la vuelta a clase en septiembre. Tal sorpresa denota o bien un desconocimiento de la realidad política y de la relación competencial entre el Estado y la Comunidad Autónoma Vasca, o bien un ánimo de enrarecer lo que nada tiene de raro. La consejera de Educación, no obstante, tuvo que salir a aclarar que Euskadi hace y hará uso de sus competencias para diseñar las políticas educativas y, en este caso, para dibujar los criterios de la vuelta a la actividad docente después del periodo vacacional de verano. No apuntaba en la buena dirección, como escenario previo a la celebración ayer de la Conferencia Sectorial de Educación, que el Gobierno español y su ministra hicieran públicas de víspera las directrices que quieren fijar para esa vuelta a la nueva normalidad, en este caso académica. Parece como si Isabel Celaá quisiera seguir el esquema que ha utilizado en los últimos tiempos el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, de anunciar un sábado las decisiones que va a trasladar el domingo siguiente a los presidentes de las comunidades. Pero es que, además, la ministra llega tarde, porque en Euskadi el Departamento de Educación lleva ya tarea adelantada en la preparación de un camino propio de vuelta a las aulas, con reuniones y contactos con la comunidad educativa. Son las aportaciones de los componentes de esta las que se tendrán en cuenta para realizar una planificación que ofrezca a los centros educativos, a los alumnos y a las familias criterios claros de cómo actuar. Si cada centro educativo es un mundo en sí mismo, si cada territorio histórico lo es también, pretender diseñar una solución global desde un ente único y lejano como es el Ejecutivo español resulta del todo inoperativo. La Conferencia Sectorial de Educación no puede ser un lugar donde se sirva un menú preestablecido sin contar previamente con los gustos y necesidades de los comensales. Eso no es pretender un escenario normal.