A quinta prórroga del estado de alarma aprobada el pasado miércoles por el Congreso de los Diputados ha tenido la paradójica virtualidad de dejar tocado al Gobierno de Pedro Sánchez. La torpeza con la que han actuado el PSOE y el propio Ejecutivo, sus sonoras diferencias de criterios y plazos, la improvisación con la que han abordado cuestiones de mucho calado y el monumental equívoco en fondo y en forma del acuerdo con EH Bildu sobre la "derogación íntegra" de la reforma laboral han logrado enfadar a propios y extraños y han transmitido confusión y desconcierto a la sociedad. Pero, además, ha abierto una brecha interna en el Gobierno cuyo alcance y repercusiones están aún por ver, dado que ambos socios -PSOE y Unidas Podemos- no han dado pasos, al menos públicamente, para zanjar una crisis que, en el momento actual en plena pandemia y con los extraordinarios retos que tiene el país por delante, no puede cerrarse en falso. Sin embargo, ayer mismo Pedro Sánchez eludió cualquier autocrítica y menos aún responsabilidad y se limitó a señalar al PP como causante por negarse a apoyar el estado de alarma. Más allá de los términos y del alcance real del acuerdo firmado con EH Bildu -en plena campaña de acoso radical a los partidos y a pocas horas del ataque en la vivienda de Idoia Mendia que la coalición independentista se niega a condenar-, y de las contradictorias versiones ofrecidas, el Gobierno está dando muestras de falta de consistencia, coherencia y unidad. Una situación que traslada inseguridad y recelo al conjunto de la sociedad y en especial a los sectores afectados: patronal, sindicatos y los aliados con que cuenta o puede contar Sánchez, que no son otros que quienes le apoyaron en la investidura y a quienes ha desconcertado también tras su acuerdo con Ciudadanos. En esta tesitura, da la impresión de que el líder socialista pueda estar jugando con varias barajas en una actitud que va más allá de la geometría variable. Sánchez insistió ayer en que su Gobierno "es para cuatro años", una posición lógica y legítima, pero que, dada su minoría parlamentaria, debe concretarse en una apuesta clara, decidida y solvente. Y, si no da un gran giro, no tiene muchas opciones de este tipo, salvo la de consolidar la mayoría que le aupó a La Moncloa. Si de verdad quiere durar toda la legislatura.