XITO y fracaso son los dos polos de nuestra vida, pero no se asimilan a ser felices o infelices y ni siquiera conocemos sus significados reales. El cine, la tele y los libros han especulado sobre ganadores y perdedores en mil historias eternas. Risto Mejide está en la cumbre y María Teresa Campos, en la decadencia. El primero, enfant terrible de la corporación de Berlusconi, hace dos programas estelares y pronto estrenará otro más coincidiendo con la publicación de El Chisme, su novela de ciencia ficción. Y todo siendo apenas un hombre que hace anuncios y adoptando una imagen antitelevisiva, enmascarado tras sus gafas de sol y en su papel de borde artificial.

Lo que desconocíamos de Mejide es su alma caritativa como recogedor de cadáveres. Cuando Cristina Cifuentes cayó en desgracia se la llevó de tertuliana. Lo mismo hizo con Girauta y los dimitidos Marcos de Quinto y el cesante Javier Nart, aún eurodiputado. El último de sus muertos rescatados es Toni Cantó, mal actor y peor político, incorporado a Todo es mentira, en Cuatro. Es probable que, con tanto zombi pululando, su programa acabe llamándose The Walking Dead.

El reverso es la Campos, a quien la edad y un mundo cambiante ya habían conducido al ocaso. Resulta muy cruel que Telecinco le otorgue como final de carrera un oprobioso espacio de entrevistas titulado La Campos Móvil en el que la otrora dama de la tele se pasea por las calles en una especie de salchichauto, barraca trasparente para la chirigota popular y el escarnio de Teresa. ¿De quién ha sido la idea tan cutre? El resultado ha sido una pobre audiencia, una estética deplorable y una continuidad más que incierta. Impresiona la resistencia de los divos del espectáculo y los políticos a retirarse a causa de su absurdo narcisismo. Mejor marcharse con dignidad y a tiempo que sucumbir patéticamente.