A mi asistente virtual le he dado órdenes estrictas para los próximos meses: quiero ver todo lo que sucede en el juicio a los líderes independentistas catalanes y que emite, de martes a jueves, el Tribunal Supremo, el plató donde se escenifica el más viciado de los realities y en el que ejerce la coacusación un partido fascista. Tras las dos primeras jornadas el juez Marchena está maldiciendo su decisión de haber permitido la emisión del proceso y poner las imágenes a disposición de la televisión y los medios digitales. Si su intención era mostrar transparencia ante Europa, que observa con preocupación esta causa política, ha dado el pego con su impostura; pero como no tiene la menor idea de comunicación ha regalado a los ciudadanos de Catalunya la épica de sus dirigentes presos, lo que reforzará las posiciones ideológicas y emocionales del soberanismo. Y así ha comenzado un juicio que es una humillación para aquel país, compensada con el bálsamo de ver la inmensa dignidad de Junqueras y escuchar los brillantes alegatos de los letrados defensores. Al poder judicial del Estado le ha salido el tiro por la culata.

¿No lo entienden, verdad? La tele favorece el relato del sufrimiento catalán. Porque está en las palabras y lenguaje no verbal de los acusados. Porque el fiscal Zaragoza expone un discurso calcado del PP. Porque el secretario general de Vox, revestido con toga, pone cara y ojos al odio. Por la desmesura de las acusaciones y penas reclamadas. Pasen y vean en streaming cómo la alta Justicia española pierde la poca vergüenza que le quedaba.

¿Quiere Marchena enmendar el fiasco? Revoque su ilustrísima la prisión provisional de los detenidos y rebaje así la tensión de un asunto robado al diálogo democrático. Nunca hubo un juicio más inútil. Alexa, pasa el mensaje a tribunalsupremo.oac@justicia.es.