EL Espanyol vivió sobre el alambre toda la noche y le debe agradecer a su portero, Diego López, el punto sumado frente al Athletic. Este enunciado valdría como síntesis del encuentro que acogió el RCDE Stadium. En absoluto faltaría a la verdad, pero asimismo sería, desde la perspectiva del Athletic, una forma acaso excesivamente amable de explicar el resultado registrado. Claro que tampoco fue el día para hacer una lectura menos complaciente, que vendría a decir algo así como que el Athletic desperdició un número exagerado de oportunidades nítidas de gol y lo pagó con la pérdida de dos puntos que debieron ser suyos, pero no supo amarrar. No merece la pena porque ambas visiones, cualquiera de las dos, reflejan una realidad incuestionable cual es que los rojiblancos fueron mejores y se hicieron acreedores, ampliamente además, a un triunfo que buscaron con tesón y maneras. Y si un equipo hace cuanto está en su mano para aspirar legítimamente al premio máximo, la crítica ha de tener un tono benévolo, comprensivo, generoso.

No hay discusión en la nota del cuadro de Marcelino. Le faltó únicamente el acierto en los metros decisivos, pues su funcionamiento resultó convincente en general y vino a confirmar que se asiste al momento más dulce del Athletic. Previamente había intercalado actuaciones de diverso nivel, unos días más entonado y en otros tirando a gris, si bien rentabilizando en los resultados una propuesta que ahora se diría está más engrasada y le permite, por ejemplo, no solo dar la talla ante enemigos de primer orden, como sería el Villarreal, sino también responder con nota frente a rivales con aspiraciones más modestas, que eran justamente los que peor se lo habían hecho pasar hasta la fecha.

En este grupo figura un Espanyol que reúne a una serie de futbolistas vistosos, bien dotados en el plano técnico, pero que componen una estructura un tanto endeble. Carece de solidez, le cuesta defender, tampoco le agrada correr hacia atrás y por eso para minimizar problemas elige replegarse. Ni con esta disposición fue capaz anoche de impedir que el Athletic le buscase las cosquillas con una frecuencia exagerada. Como se ha apuntado, de no mediar el oficio de Diego López, ahora estaríamos hablando de una goleada.

Sí, es mala cosa ir dejándose puntos por el camino cuando se trabaja a conciencia y la consecuencia de ello es la acumulación de peligro en el área contraria, mientras en la propia apenas sucede nada reseñable. No obstante, este tipo de decepciones son asumibles por cuanto confirman que se está en la senda correcta. De seguir por la misma, lo previsible será que sean más los marcadores que sonrían que los disgustos.

Ayer martes existía cierta curiosidad por conocer qué modificaciones introduciría el técnico a fin de distribuir esfuerzos en una semana muy densa, y cuáles serían los efectos. Fueron cinco, una inesperada por baja de Iñigo a última hora, por la que encima hubo que abonar el peaje de la lesión de Vivian. Para Yeray, que se estrenaba, nada de todo esto resultó significativo. Cumplió con la parte que le corresponde con holgura; esto es, se pudo beneficiar del correcto balance defensivo del colectivo para desenvolverse con relativa comodidad. Entre las novedades se ha de hacer un aparte con Sancet, cuya intermitencia no quita para que se deba subrayar que con él dentro la versatilidad del Athletic en ataque se multiplica. Pese a que siga peleado con el gol, es una pieza que desequilibra en muchas de sus intervenciones. El día que vea puerta... Menos fortuna tuvo Nico Williams, deslumbrante pero muy acelerado, o Vesga, correcto aunque gafado por su implicación en el gol del Espanyol, mientras que De Marcos estuvo cumplidor, a secas.

Lo relevante del asunto es que haber transformado la mitad de la alineación, en vez de repercutir negativamente, no mermó el afán del equipo por mostrarse competitivo, no le desvío del objetivo establecido. Para comprender esta interesante noticia cabría referirse al comportamiento de Lekue. Posiblemente, a día de hoy nadie personifica mejor que el lateral las sensaciones que anidan en el equipo. Seguro, serio, valiente, potente. Impecable en suma, hasta erigirse en determinante en la única acción que superó la oposición de Diego López, la otra estrella del duelo.