Pero hizo algo más. Lanzó a los cuatro vientos un dato trascendente referido a las pérdidas que podría sufrir el Athletic por culpa de la pandemia y remató la faena cargando con dureza contra los opinantes que no son de su agrado. Esto último no es nuevo. La agresividad ya se le desbocó en campaña electoral: acusaciones a la plancha competidora de falsear datos económicos (datos que estaban auditados) o llamadas a periodistas no para desear los buenos días precisamente.

"Todos tenemos una opinión de las personas que aprovechan el covid para opositar, también en el fútbol y en el Athletic" o "he visto opositores en estos noventa días que han quedado retratados", fueron las perlas que Elizegi dedicó el lunes a quienes realizan una valoración deficiente de su gestión. El presidente encaja mal la discrepancia, la censura, incluso el análisis, y tiene además la osadía de utilizar el delicado contexto sanitario que afecta a la sociedad en su conjunto para aparecer como víctima de, se supone, una conspiración o poco menos. No será desde luego por la presión que sobre él y su directiva han ejercido en el año y medio de mandato los medios de comunicación en general. Así que le debe molestar el hecho de que las redes sociales canalicen la incomodidad y el desconcierto que provoca su manera de funcionar.

Es difícil saber qué es lo que quiere un dirigente que, en vez de remitirse a escenarios de mayor certeza, como hizo prudentemente su colega Jokin Aperribay al ser preguntado por el efecto de la crisis en la Real, dispara a bocajarro que el agujero económico en el Athletic "podría estar entre 30 ó 40 millones". Y se queda tan ancho. Objetivamente no es viable ni procedente efectuar un cálculo así, a voleo, con las variables que inciden en la economía del fútbol abiertas en las fechas en que nos encontramos. Pero él corre a ponerse la venda, fomenta un clima de preocupación en el cuerpo social del club y luego acusa a otros de rentabilizar la desgracia colectiva.

Que el rigor no figura entre las virtudes de Elizegi, tampoco es nuevo. Cuando se es incapaz de respetar el espíritu de un galardón que busca proyectar al mundo la singular filosofía del Athletic y se trampea el único requisito del mismo, haciendo caso omiso de un recurso de contraste tan elemental como consultar Google, cualquier exceso es posible.

De qué se queja Elizegi, por qué se revuelve ante la crítica teniendo como tiene gente (tan indocumentada como él, que no discierne entre déficit coyuntural y estructural) siempre dispuesta a corear sus ocurrencias, decidida a comprarle lo que venda sin reparar en su calidad, que mira hacia otro lado en cada una de sus meteduras de pata, en cada incumplimiento de las múltiples promesas que hizo y permanecen suspendidas en el limbo.

Acaso su nerviosismo responda a que es consciente de que se le empiezan a ver las costuras y que no va a ser suficiente con guardar apariencias; quizá ha interiorizado la dimensión de la aventura en que se embarcó alegremente cuando, no se olvide, hubo gente que dio un paso atrás al advertir la dificultad que conlleva dirigir la entidad. Viendo cómo actúa se diría que Elizegi no reparó en lo que implica el gobierno del Athletic con las limitaciones que se han de asumir (identitarias, legales, deportivas) y eso que heredó Ibaigane en la mejor situación económica que cabe recordar.