Parece que Sánchez la ha liado de nuevo con una propuesta provincialista, decimonónica, de reducción del confinamiento que, en principio, provoca más rechazo que apoyos. Veremos cómo va comportándose el de Madrid, pero, como siga así, se va a quedar más solo que la una (tiene, incluso, enfrente a dirigentes de su propio partido). Y, como esto va para largo, habrá de vérselas con un Congreso que, por distintas razones y algunos intereses espurios, se lo va a poner cada vez más difícil.

Nadie niega la dificultad y el riesgo al tomar decisiones en estos momentos. Considero que es necesario hacer un esfuerzo de empatía y confiar en quienes tienen la obligación de hacerlo bien. Pero, en mi opinión, el quid de la cuestión está en confiar. Se confía en quien cumple su palabra o lo intenta encarecidamente y nos fiamos de quien arriesga lo suyo por el bien general.

Hoy el Gobierno español no cuenta con la confianza de la ciudadanía (aunque muchos le votaran), sus decisiones son cuestionadas en todos los ámbitos y no parece querer acuerdos políticos serios; lo que, unido a niveles de poco civismo y falta de disciplina ciudadana en muchos casos, complica la lucha contra el virus.

Decidirlo todo unilateralmente, exigir que se le diga amén, no contrastar capacidades, necesidades y realidades distintas, además de no respetar las leyes estatutarias, ha llevado a una centralización en la toma de decisiones contraria a la mejor manera de luchar contra la pandemia. ¿Quién conoce mejor nuestra situación? ¿Sánchez o Urkullu y Chivite?

No es un tira y afloja entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles, es una cuestión de hacerlo bien o mal. En países con realidades políticas sin lucha nacional interna, como por ejemplo Alemania, las decisiones sanitarias en la pandemia han recaído en los lander, con resultados notablemente mejores que en estados como Francia o España en los que está primando el mando único. No afeo la centralización porque sí, sino porque tiene consecuencias inmediatas para nuestra salud. Esa obsesión centralista lleva a impedirnos, por ejemplo, acceder masivamente a mascarillas o test. Estas cosas son las que hay que echarle en cara a Sánchez y a su Gobierno.

En casa, la novedad política más llamativa es la reunión de los partidos políticos vascos este jueves. Ha quedado clara la intención del lehendakari de celebrar elecciones cuanto antes, lo cual no es de extrañar ya que la actual situación anómala no es fácil para nadie, pero, sin duda, menos para el Gobierno que preside. El desgaste mayúsculo que tiene que estar soportando será, seguro, muy duro en lo personal, pero también consolida su liderazgo. Se destaca como el líder con articulo determinado, afianzado aún más por su interés de coordinación y decisión conjunta con el resto de los partidos.

Por otro lado, las elecciones aclararán el deseo de la ciudadanía y, por lo tanto, su apoyo a tal o cual proyecto político. Ahora es clave poner cuanto antes en marcha planes claros de recuperación económica y de fortalecimiento con enfoques firmes y durables en sanidad, investigación, educación, I+D+I € que nos aseguren la mejor posición y el fortalecimiento nacional. Es hora de responsabilidad de los partidos que se enfrentan a una ciudadanía enfadada y cansada (buscar el voto cortoplacista sería más error que inteligente); tienen la obligación de tranquilizar y no manipular, a la par que generar confianza en el futuro. Pero también nos incumbe y tenemos responsabilidad todas y todos nosotros: parafraseando a la filósofa Hanna Arendt, termino afirmando que los asuntos de la política son demasiado serios como para dejarlos solamente en manos de los y las políticas.