AY partido. Todo por culpa de la frágil muñeca de Mañueco. Cuando se pensaba en un plácido 2022 para el PSOE -que no para su socio de Gobierno- con el viento a favor de los Presupuestos aprobados en mitad de la legislatura y el canto de sirena de la recuperación económica, y mientras en el PP contenían el aliento por el angustioso calvario que les aguardaba, va el presidente de Castilla y León y se pone finalmente de rodillas ante Pablo Casado para atender sus súplicas incesantes de adelantar las elecciones autonómicas en este territorio. Así, en medio de un récord incesante de contagios y de creciente hastío social por tantos meses de angustia contenida, con demasiadas protestas sectoriales en el ambiente laboral, y una incendiaria polarización política, Pedro Sánchez se someterá en menos de dos meses a un examen de las urnas que no le hace ninguna gracia. Pero también se la juega el líder de los populares, ávido por sacar la cabeza y convertirse, de una vez, en alternativa de futuro. En la tierra que catapultó a Aznar hacia La Moncloa solo vale conseguir el poder, no solo ganar los comicios. Y es ahí donde Vox, que ya no Ciudadanos, emergerá para quitar y poner rey. Como si fuera el ensayo de un presagio venidero.

Inés Arrimadas llora por las esquinas su desahucio. Se siente engañada y despreciada. La alevosa defenestración sufrida por su partido en Castilla y León refleja la vileza más ruin de la política, al tiempo que despeja de un plumazo nada edificante el panorama de la derecha. Ya solo es cosa de dos. Mañueco se inventó una impensable connivencia entre Ciudadanos y PSOE -la enemistad entre sus respectivos cabezas de lista es acérrima- para someterse a la voluntad que Casado sigue sin conseguir en Andalucía con Moreno Bonilla, cada vez más asentado y con voz propia. Génova mata así tres pájaros de un tiro. Acerca más aún a la irrelevancia institucional a C's; concede a su presidente el deseo de poner en apuros a Sánchez en uno de sus suelos favorables; y deja sin resquicio estatutario la demanda de Díaz Ayuso para adelantar el congreso regional de los suyos. Sin embargo, la suerte final no estará en sus manos, sino en la de Abascal. No debe olvidarse que los socialistas se quedaron en la cita de 2019 a las puertas del Gobierno regional a pesar de ganar en votos.

Para entonces, entienden los epidemiólogos que ómicron habrá dado sus últimos coletazos. Lo hará tras dejar secuelas políticas, sanitarias, humanas, económicas y sociales. Resuenan frescos todavía los ecos de perplejidad por la esperpéntica resolución de la última conferencia de presidentes autonómicos. Ya había causado cierta hilaridad por su oquedad la enésima aparición televisiva de Sánchez sin receta alguna bajo el brazo. Pero la ridícula recomendación de la mascarilla al aire libre como único antídoto ante la desmoralizante avalancha de contagios en pleno frenesí navideño acribilla al presidente en favor de un descrédito generalizado que solo sirve para alimentar la irritación ciudadana. Los reproches se suceden y algunas comunidades no quieren participar de semejante ridículo. El decidido paso al frente de Catalunya con restricciones de mano dura, curiosamente con el refrendo del Tribunal Superior en contra de las tesis fiscales a su mano dura, no será un hecho aislado conforme pasen los días y los hospitales empiezan a aumentar sus señales de alarma.

Durante unas horas, en cambio, los contagios harán hueco al acuerdo, que no derogación, de la reforma laboral. Yolanda Díaz se ha salido con la suya más allá de las interpretaciones que se sucederán por muchas de las limitaciones recogidas en las 48 páginas del texto final. Al final, la vicepresidenta que tantos dolores de cabeza y desatinos verbales provoca en la oposición más hostil, ha conseguido su propósito de llevar al BOE antes del 31 de diciembre el entendimiento entre los agentes sociales. Es un hecho que su figura negociadora como propiciadora del diálogo entre diferentes vuelve a agrandarse, aunque el pacto final suponga dejar, como era más que previsible, muchos pelos en la gatera con respecto al ambicioso propósito inicial. De hecho, hay un expresivo malestar entre quienes ambicionaban, como EH Bildu, la anulación de una normativa fraguada bajo inspiración del PP de Rajoy en los tiempos de la crisis financiera. En su caso, hasta creyeron que el PSOE lo abordaría con radicalidad y urgencia, pero aquel papel del acuerdo firmado con la hoy desaparecida Adriana Lastra se lo acaba de llevar el viento. No hay que fiarse de las apariencias.