HACE casi un año, cumplida la decimotercera jornada, el Athletic caía en puestos de descenso tras empatar (1-1) ante el Getafe. Una jornada después, el Levante le daba una soberana paliza al equipo rojiblanco (3-0), la hinchada se acongojó de verdad, Josu Urrutia perdió su proverbial bonhomía, el Toto Berizzo se fue al paro y Gaizka Garitano se convirtió en santo remedio. Conviene mirar el asunto con esta perspectiva ahora que se cumple el aniversario del acongojamiento colectivo, el Levante se vuelve a cruzar altanero en el camino después de vencer a los reputadísimos Real Sociedad y Barcelona, y el Athletic se saca de la manga su mejor partido de la temporada. Así que Garitano, a quien se le contrató como bombero, está como para lanzar fuegos artificiales. Puede presumir de tener la Champions a tiro de piedra capitaneando a los once aldeanos y con el prurito añadido de ser el único club de Primera División que no se ha reforzado absolutamente nada. Debe estar tan contento Garitano, y con razón, que el hombre, tan circunspecto, se permitió incluso una licencia jocosa: “Un gol así no he visto marcar a Capa ni en los entrenamientos”, dijo sobre la figura del partido. Capa estuvo cerca de anotar otro en circunstancias similares y protagonizó aquella portentosa cabalgada persiguiendo con fe un balón imposible junto a la raya de cal. Luego calibró con precisión el centro y, ¡oh cielos!, ahí apareció como un halcón Iker Muniain (las apariencias engañan), rematando contra la red en plan a mí el pelotón que los arrollo.

Se podría añadir que al mozo navarro tampoco se le ha visto marcar un gol así ni en los entrenamientos, y sobre todo que luce más y mejor en su actual demarcación, flotando por la media punta, donde verdaderamente destaca el talento y se acentúa su olfato de cazador.

Iñaki Williams también muestra todo su vigor cuando no está encorsetado en la demarcación de delantero centro. Buscando los espacios libres y el factor la sorpresa, sin que nadie pueda fijar su marcaje. En un partido cargado de matices, resulta que Williams ha igualado el récord del mítico portero Carmelo Cedrún con la disputa de 132 partidos consecutivos. Una barbaridad al alcance de un portento físico como el suyo. ¡Ah!, ya: y si además tuviera mejor tino frente a la portería rival... Buena pregunta. De momento, los 135 millones de euros de su cláusula de rescisión blindan al futbolista de acechanzas y él mismo proclama con entusiasmo su adhesión con la causa de por vida, pues firmó un contrato con el club bilbaino hasta 2028. En tanto tiempo, y dada su franca progresión, es probable que su rotundo precio no lo parezca tanto y será entonces cuando le mentaremos a la madre, esa brava mujer, María, por si se le sube el pavo y necesita “esa hostia que espabila” (amor y cordura de madre) para que vuelva a poner los pies en el suelo.

Once remates a puerta, diez córners a favor, brío sobre el rápido césped empapado por la lluvia. Un Athletic reconocible y excitante, con sabor añejo. A duras penan supo mantenerse incólume el Levante y a la primera que tuvo van y la meten. Falló entonces Iñigo Córdoba en la marca sobre Miramón y por ese error de cálculo llegó el gol de Postigo.

Hay detalles que dicen mucho. Garitano se ha empeñado de reiterar contra viento y marea su confianza en Córdoba para esa banda izquierda sin dueño, y sin embargo cuando más necesitaba su aliento le cambió en el descanso. Fue un gesto grosero, porque le declaró sin ambages culpable. Hubo otro detalle fantástico, decisivo para cimentar la victoria. Iñigo Martínez tuvo los reflejos suficientes para soslayar el balonazo de Capa camino del gol. De haber caído en la tentación de rozarlo siquiera habría desviado su trayectoria, y en todo caso anulado el tanto porque estaba fuera de juego.

Para entonces ya estaba en el terreno de juego Asier Villalibre, ¡albricias! El chico sustituyó a Williams en el 86 y dos minutos después llegó el triunfo. Entretanto hubo una suerte de magnetismo que impregnó el escenario de juego de buenas sensaciones. El buen karma acompaña a Villalibre. Ya solo falta saber hasta dónde puede llegar, es decir, conocerle. Y para eso también necesita minutos y confianza...