EGÚN señala la historiadora Temma Kaplan, uno de los orígenes más popularizados del feminismo, de la lucha a brazo partido por los derechos de la mujer, se remonta al 8 de marzo de 1857 cuando cientos de trabajadoras textiles conocidas como garment workers de una fábrica de Nueva York se manifestaron buscando la igualdad salarial respecto a sus compañeros hombres y una mejora de sus condiciones laborales: protestaban por sus bajos salarios, por la jornada laboral de 12 horas y por el aumento de la carga de trabajo. La brutal presión policial de ese día acabó con la vida de 120 trabajadoras. Fueron asesinadas. Así terminó la primera manifestación feminista.

No fue, sin embargo, el primer movimiento feminista público de la historia. Había comenzado unos años antes, en 1848 según recoge la ONU. Y lo hizo de la mano de las sufragistas y abolicionistas Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott. Estas dos mujeres consiguieron reunir a cientos de personas en una convención contra la esclavitud en Nueva York. Era su forma de rebelarse contra la sociedad que prohibía a las mujeres hablar en público en eventos. Ese día nace el movimiento, las activistas exigieron derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para las mujeres en una Declaración de Sentimientos y Resoluciones. Hablamos, en todo caso, de mediados del siglo XIX.

Desde entonces, por medio mundo se han levantado en armas de protesta millones de mujeres. La mujer ha conseguido señalados logros, pero habida cuenta que venía de la Prehistoria de la Humanidad en cuando a derechos se refiere, siglo y medio se antoja un tiempo insuficiente para alcanzar la igualdad de los seres humanos. Por eso salieron ayer miles, millones, en medio mundo. Para recordarnos, para recordarse, que queda mucho camino aún por hacer y agradecer a las mujeres pioneras aquellos primeros logros.

Dolía, vaya que si dolía, ver la manifestación feminista (que no solo femenina, por supuesto...), habida cuenta de que a nada que alguien hiciese los cálculos la operación era bien clara: con tantas restas y divisiones en los cuadernos de ejercicios de la mujer queda mucho para dar con la cifra exacta, mucho para sacar un diez en esa imprescindible matemática vital.

No sé si llegamos a tiempo, porque da la sensación de que el reparto de de derechos y obligaciones está tan viciado que será complicado ajustar las cuentas. Quizás por eso mantiene vigente la actualidad aquella vieja frase: "Feminismo no es repartirse el pastel entre ambos sexos. Es hacer uno nuevo", que pronunció a mediados de los años sesenta del pasado siglo Gloria Steinem, periodista, escritora, defensora de los derechos de la mujer e icono del feminismo.

Viendo ayer a las mujeres y los hombres que salieron a la calle para poner el grito en el cielo con lemas más o menos ocurrentes me acordé de Gloria: será necesario llevar el pastel al horno. No parece algo sencillo pero sí parece algo necesario. Mientras algo así no ocurra seguiremos viviendo sucesivos 8 de Marzo marcados en rojo en el calendario. La filósofa Amelia Valcarcel lo vio bien clarito: "La feminización de la pobreza es un hecho", dijo. "La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo".