MANECE un nuevo día, ese nuevo día tanto tiempo esperado. Amanece que no es poco, dicho sea con permiso del espíritu de José Luis Cuerda, aquel cineasta cabraloca y revolucionario e imaginativo que tocó la gloria con una película titulada así. Y quizás sea eso, esa mirada rejuvenecedora y diferente, la que va a a hacer falta para este despertar que se avecina tras dos años ya de oscuridad.

Basta la confluencia de dos grandes ríos, la inminente llegada de Expovacaciones y la muy ilusionante Final Four de la Champions de baloncesto, para intentar subirse a esa ola de eventos y aprovechar el flujo de las mareas para volver donde la ciudad solía: el encuentro en torno a los hoteles y supervivencia y negocio de los mismos. Los precios de una habitación para esas fechas se han disparado con la esperanza de que el regreso de la vieja vida -acontecimientos singulares en la ciudad, citas y congresos atractivos, más libertad de movimientos y aire libre...- permita que se activen los hábitos y costumbres de antaño. ¿Se acuerdan, verdad? Eran días así, reventones, los que daban oxígeno a otros más grises y mortecinos. Una suerte de boca a boca.

En los días previos a esta suerte de big bang de celebraciones se aguarda con expectación la respuesta puntual, por supuesto, pero también el encadenamiento de días así, abarrotados, que llegaban con un pan bajo el brazo, con alimento para todos. Algunas voces han señalado que no hay motivos para creer, que los calendarios siguen desnudos. Tal vez sea así, Álvaro, pero permítenos recrearnos en la ilusión de la recuperación. No es tiempo de lamentaciones sino de esperanzas. Y de la misma manera que no pocos hoteles piensan que doblando el precio de las habitaciones pueden colgar el cartel de "No hay billetes" vamos a pensar que volverá a salir el sol poco a poco. Si empezamos con el "sí, pero..." las nubes negras de la depresión tardarán en disiparse mucho más.