RA una petición propia de los viejos tiempos, digna de cuando las fronteras tenían su peso y su aquel. Pero incluso en aquellos días, cuando el pasaporte era una obligación para desplazarse, ninguna frontera tentaba más al contrabando que la de la edad. Solían saltarse la valla quines se sentían más jóvenes de lo que marcaban sus credenciales y acababan haciendo cosas de veinteañeros gente mayor, mucho mayor. Hacían más de lo que les dictaba su edad, insisito. Hacían incluso el ridículo. A los 17 años destacaba la frontera de una edad que se va, la edad de la inocencia, de las emociones innombrables; la edad en que empieza a pesar la ambivalencia, la indeterminación. A partir de ahí no había otro guardián que nuestra poca conciencia. Uno cumplía los 18 y parecía que ya era alguien con criterio para saber qué territorios pisaba, siendo cierto o no.

Es algo a considerar ahora que entra en cuestión la eficacia del pasaporte covid, habida cuenta que la exigencia de ese documento no está ligada, según los negocios implicados en su demanda, a las fluctuaciones de los contagios. Vamos, que vienen a decirnos que la posesión o no del documento creado para abrir la puerta a un nosequé de diversiones (la gastronomía, las copas de celebración o para olvidar, el cine, las discotecas y un sinfín más de modelos de ocio...) no es papel de fiar, no es algo necesario.

¿A qué se debe este pensamiento? Es una conclusión empírica. No en vano, las fluctuaciones del covid, sus ascensiones y sus decadencias, son parecidas entre los municipios que han exigido el documento de marras y aquellos otros que no han pedido un pase per nocta por escrito para moverse por la vida con soltura. Si dan igual el sí que el no en las gráficas, si es destacable la diferencia, la ciudadanía y las empresas obligadas a ejercer de guardianas viene a decirnos que el pasaporte no es más que papel mojado. Y como quiera que el personal ya está hasta el gorro de vivir entre normas que cambian, de continuo, las respuestas han apostado por no estudiarse, si es que se me permite decirlo así, las preguntas.

Con todo, la ley no es una cuestión que esté a expensas de nuestros pareceres. Mientras el asunto siga vigente, el pasaporte covid seguirá siendo un documento en vigor para entrar en la tierra de las distracciones. Sea o no necesario, lo cierto es que aún es obligatorio.