U mención no asombra, siquiera por la vieja costumbre de hablar de ella tiempo atrás. Uno escribe que en el horizonte futuro de Bilbao se adivina una mina, dicho así por las excavaciones que ello conlleva, y no extraña a nadie. Una nueva mina en Bilbao. Una tradición. En realidad no esconde en su interior ningún metal precioso ni el todopoderoso hierro que tanta fama tuvo en la villa. Nada de eso. Se trata de la creación de una estación soterrada para darle al TAV, el viejo sueño de la ciudad, un lugar en este mundo, en esta ciudad moderna que lucha por florecer en el botxo, cuna de las tradiciones.

La alta velocidad llegará a Bilbao bajo tierra, esa es la apuesta. Cuando se pueda pero por las entrañas. Lo han repetido una y mil veces los gestores de la ciudad, quienes no confían en otra solución provisional, habida cuenta que el mundo está lleno de ideas provisionales que se han ganado la inmortalidad con el paso de los años, de las décadas. Como quiera que esa desconfianza tiene sus porqués por lo visto en otros casos, es lógica la postura: ver para creer.

Este asunto lleva camino de convertirse en la búsqueda de El Dorado, aquella ciudad legendaria, hecha de oro ubicada en el territorio del antiguo Virreinato de Nueva Granada, en una zona donde se creía que existían abundantes minas de oro.? La leyenda se origina en el siglo XVI, en la actual Colombia, cuando los conquistadores españoles tienen noticias de una ceremonia realizada más al norte (en el altiplano cundiboyacense, para más señas), donde un rey se cubría el cuerpo con polvo de oro y realizaba ofrendas en una laguna sagrada. Se buscó la ciudad una y otra vez y nadie dio con ella. Suenan igual. La Alta Velocidad es la piedra preciosa del siglo XXI, un tesoro propio de los tiempos en que la rapidez y la urgencia se han convertido en conceptos que idolatrar sin pausa.

Lo curioso del caso es que quienes tienen el poder para activar la implantación de desplazarse como el rayo no tienen prisa. Y quienes esperan a la apertura de nuevas oportunidades no tienen fe en las concesiones, tantas veces demoradas. Hay que esperar que en los tiempos venideros no continúen hablando del TAV como de una leyenda del pasado. Como del Dorado.